miércoles, 15 de junio de 2011

Bar Queirolo

Se conocieron en el bar
Queirolo
donde vio morir al hijo
de Ernesto, el cantinero
donde vio morir sus sueños
y nacer el dolor
donde vio la represión
de los reprimidos
de los olvidados
pero esa es otra historia

Lucía, era su nombre artístico
tenía una inteligencia
que rozaba
lo inhumano,
escribía,
bebía,
leía a Bukowski, Miller y Lovecraft,
sabía conversar
y gustaba a hombres y mujeres.
Esa tarde, Lucía, llevaba
una mini falda,
tacos altos y un pasado
que jugaba al azar
de sus piernas

Inexplicablemente,
las mujeres lo encontraban
interesante
quizás por su aspecto
despreocupado
o
por su forma de
mirar con tristeza
este mundo
Escribo frecuentemente
para no tener tiempo
de sufrir
-solía repetir
Creía en la revolución,
en Vallejo y su amada
Trilce
No entendía
el porqué dedicó
años de su vida
a gente que hoy
no está

Salieron del bar
rumbo a su casa
con dos rones
baratos
y un frenesí
que aumentaba
en cada
toqueteo
por sus senos

Esa noche
tuvieron sexo,
resaca y mucha
devoción
por la poesía
Creo que te quiero, loco
-dijo Lucía
Lo sabía, ya puedes irte
-respondió él
Eres muy perfecta
para mi dicha existencial,
lo has arruinado todo
te odio!
-acotó
mientras la mañana
anunciaba
sus vocinas,
su humedad,
sus estudiantes
que sacan 20
de nota
y no saben
para qué viven

Entonces, ella
lo besó
Te quiero, nos vemos
mañana, loco
-dijo Lucía

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